CARLOS SALEM: "LA LITERATURA TIENE QUE SER UNA MUJER QUE TODAVÍA RECUERDA CÓMO SER NIÑA"

Argentino de nacimiento y madrileño adoptivo, Carlos Salem es un escritor y poeta que se caracteriza por su poesía canalla de lenguaje cotidiano y por la ironía y perspicacia de sus novelas que han cautivado a un público mayoritariamente joven en España y Francia. Con veintiún libros publicados a su espalda, nos encontramos en Madrid para recorrer la historia que lo ha traído hasta aquí.
Son las once de la mañana en Madrid. El metro, ya lejos de la hora punta de entrada al trabajo, circula desahogado transportando a turistas por el centro de la ciudad. A tres paradas de Tribunal espera el escritor pirata vistiendo, como siempre, un pañuelo negro en su cabeza.
Lo encuentro sentado en una cafetería de Tirso de Molina, una tranquila, lejos del bullicio. Sostiene la reedición de su primer poemario entre las manos: Si dios me pide un Bloody Mary, reza el título. Lo sujeta con cuidado y ojea sus páginas con cariño. Mis pasos acelerados y mi sonrisa acalorada, consecuencia de un mayo demasiado veraniego, delatan mi presencia. Levanta la vista y me da los buenos días. “Vamos mejor dentro, ¿no? Habrá menos ruido”.
Dentro de la cafetería se oye el choque de las tazas y platos y el gorgoteo de la cafetera. “Parece que hace aquí más ruido que fuera. ¿Qué vas a querer?”. En su acento mestizo aún quedan notas de su origen, de donde se marchó desencantado al ver que "la democracia no hacía justicia con todo lo sucedido" durante la dictadura argentina. “La gente prefirió olvidar todo lo que había pasado en lugar de recordar y hay cosas que no se pueden olvidar. Así que, de alguna manera, me enfadé y me vine”. Su mirada amigable cambia mientras recuerda esos años de la historia de su país, aunque ya hizo las paces con su patria. “Después me he reconciliado y he vuelto muchas veces, pero ya me he hecho muy de aquí”.
Mientras habla, se asoman por la manga izquierda de su camisa las letras tatuadas en su piel, Aller simple. “Estaba recorriendo Argentina vendiendo artesanías a mi bola y me pilló una huelga de transporte. Estuve tres días tirado en medio de la nada hasta que pasó un camionero, pero me dijo que me llevaba en una sola dirección. Entonces, yo le dije que a ese lugar planeaba ir cuando estuviera de vuelta y él me dijo ‘Pive, todo el camino es de ida. Vos sabés dónde vas y cuando volvés estás yendo también’ y se me quedó eso. Luego me lo quise tatuar mucho tiempo, pero fue el título de la novela y no me lo tatué porque publiqué en un mismo año como cuatro libros y dije: ‘Si me empiezo a tatuar todos los títulos me va a faltar piel o tendré que engordar más, y no quiero’. Dos años después salió la traducción en Francia y, aunque el título no es literal la esencia era esa, así que me lo tatué. Para mí es un mantra. Cuando me desperté en un hospital pensando que me iba a morir porque me había fumado justo los diez cigarrillos de más, de golpe no sabía quién era, pero miraba ahí y ya lo recordaba”.
Escribir es un placer para Carlos Salem. “Siempre digo que escribir es casi mejor que el sexo, y lo digo de verdad. Seguramente, cuando sea más viejo diré que es mejor que el sexo porque estaré más mayor” dice entre risas. Y es que, según él, el suyo “es un trabajo muy serio, pero hay que tomárselo como todos los trabajos serios: sonriendo. Escribir es hacer música sin partitura, con los ojos cerrados y con las manos atadas a la espalda. La novela está viva dentro de ti o no está”, aclara mientras termina su café.
Para él, la literatura no es como la ven algunos de los autores que triunfan en un tiempo en el que es común ver libros de autoayuda entre los Best Sellers. “Odio los libros con moraleja, odio los libros coñazo que me dicen cómo tengo que pensar. Creo que la solemnidad mata al arte o le obliga a tomar viagra. La literatura es divertida. La literatura tiene que ser una mujer que todavía recuerda cómo ser niña, si no es una vieja pesada. Por eso soy más de Cortázar que de Borges”.
Uno de sus indudables sellos de identidad es el lenguaje tan cotidiano que utiliza en sus poemas. “Quiero escribir poesía con las palabras de comprar el pan, con las palabras de comprar un arma cuando van a matar a tu familia porque el hambre te rodea, con las palabras de comprar condones o la píldora del día después; con las palabras que usamos para comunicarnos, porque hay mucha belleza en ellas”. Parece algo moderno, pero eso ya lo hacía, por ejemplo, Ángel González cuando no había nacido ni yo”.
Mira el móvil atento y confiesa que está enganchado al Whatsapp “para la gente que tenemos amigos y familia lejos es perfecto”.
A Carlos también se le conoce como El Bukowski de Malasaña, apodo del que se siente orgulloso. Este escritor no solo daba nombre a su bar, Bukowski Club, sino que es uno de los autores que más le han marcado. Cuando comienza a hablar de él, cambia su expresión. “Ojalá fuera tan bueno como él”, confiesa. Destaca del poeta estadounidense los poemas de amor, que atrás dejan esa imagen de borracho insensible en la que muchos atribuyen a Bukowski. “Tiene poemas de amor desgarrado que son de los más tristes que he leído en mi vida. El pájaro azul es una maravilla”.
Y es que Salem no puede negar que es un romántico: “Cuando veo las parejas de viejitos que llevan juntos toda la vida y se quieren todavía y pienso: ‘Ojalá yo fuera capaz de esto’. Es súper difícil, ves muy pocos, pero ojalá. Creo que la gente está aquí más para hacerse el bien que para hacerse el mal, ya sea en sociedad, en una comunidad de vecinos o en una pareja”.
Lo que más inspira a este escritor son las personas. “Esta ciudad está llena de historias de amor y desamor, por eso me gustan las ciudades. Te paras en una cafetería como esta y ves parejas que se rompen, que se deshacen, se ponen los cuernos, se buscan, se encuentran… La gente se acerca y te cuenta sus cosas y tú ya te das cuenta de que no ha cambiado nada. Aunque yo ya tengo mis años, alterno con gente muy joven y estamos todos igual de jodidos. Todo eso para mí es material de vida. En el fondo la historia es la misma: la estupidez gloriosa que tiene el ser humano”.